Mister Hugo Hyde-Krats se despertó alterado. «Otra vez, joder». Se regaló diez o quince minutos para entender que estaba en su cama, en su pieza, en algún rincón del mundo. «¿Dónde si no?»
Se preparó el mate y le escribió a Monsieur Corso, para compartir con alguien esto. A fin de cuentas es la única persona que puede, más o menos, seguirle el delirio. Y sabemos bien que compartir es necesario, sobre todo cuando se siente que el cerebro es algo parecido a una plastilina.
Y es que, en sueños, Hugo no para de vivir un mundo diferente. O varios. Pero, y acá la cosa se pone interesante, él recuerda cada detalle con precisión casi milimétrica. Colores, nombres, frases… A veces hasta se asusta de lo que ve. A veces puede interactuar de formas más ágiles y con precisión. A veces se cuestiona si la realidad es la realidad. No son simples sueños.
Hace casi una semana que, para peor, se despierta con la certeza de que éste mundo donde él está parado «está mal», y que tiene que volver a cambiarlo. Es decir, por alguna razón, su yo-cuántico pudo torcer la línea espacio-tiempo… Bueno, vamos de vuelta.
A Hugo Hyde-Krats le gusta leer, y la física es una de sus pasiones. Así que entiende algunas cosas sobre cuerdas, entropía, fermiones, energía, bosones, y suele meter en conversaciones a Schrödinger y Heisenberg, como si estuviera compartiendo la receta del guiso de lentejas.
Toda vida tiene momentos. Hay momentos de sentarse, esperar y ver qué pasa: no hay otra alternativa. Hay momentos de ocuparse, salir a patear la calle y deshacer el destino. Hay momentos de dolor y llanto, hay momentos de risa y celebración. Hay momentos en que las cosas no son lo que parecen, y momentos en que sí.
Pero si hay universos paralelos, líneas temporales paralelas y demás, debe haber una forma de verlas. Y eso es lo que Mister Hugo Hyde-Krats ha descubierto, cada vez más claro. Él puede ir y venir, cruzar esa puerta, mirar e incluso interactuar directamente. Ya asumió que no es delirio, reconoció que no tiene nada que ver con sustancias, y aceptó que no es una fantasía, sino que es una suerte de habilidad. Y, ya sabemos, cuando Dios te da un don también te da un látigo.
«Tal vez te pasó que, venías viviendo algo que se truncó, y de repente sentís que estás viviendo algo que no es. Obvio, la realidad es lo que es y punto. Es lo que hay, a pesar de que suene a derrotismo. Pero vos viste cómo eran las cosas cuando eran distintas, y sabes que esto que hay hoy podría ser diferente. Y lo sabes no por una fantasía, sino porque era la realidad, y si ahora no lo es (por la razón que sea) puede seguir-siendo en otra realidad. Como si se hubiera dividido en dos la línea y hubiera una versión distinta.» Así intentó explicármelo una vez a mí, pensé que debe ser muy duro despertarse así, y me alegró saber que Monsieur Lucas Corso lo acompañara en semejante proceso.
«Las cosas son lo que parecen» me dice a mí, mientras llama por teléfono a Corso para que comiencen a charlar de sus respectivas alegrías y derrotas. “Una bonita forma de entropía” le dirá Lucas Corso. «Por hoy, no queda otra que esperar y ver qué pasa», contestará Hugo al teléfono pero también a mí que lo miro atento. Y yo aprendí a escucharlo, porque sé que generalmente tiene razón.
20/11/20